En los medios

La Nación
19/11/17

Acoso sexual laboral: no va más

Según el profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella "estamos asistiendo a un cambio cultural revolucionario. Nunca en la historia hubo un momento más favorable para terminar con la impunidad de los abusadores, ya sean estos los individuos o las instituciones que los apañan".

Por Eugenio Marchiori
"¿Por qué no estás en el negocio de corpiños? Eres una obra de arte"; "reservé un almuerzo, pero creo que una cena será mejor? y con calentamiento previo". Ambientada en la década de 1960, la serie norteamericana Mad Men sintetiza de manera magistral el acoso y el menosprecio de los que eran víctimas las mujeres en esa época.

Los comentarios del comienzo son una pequeña muestra de lo que debían soportar dos ejecutivas de una importante firma de publicidad por parte de los representantes del cliente. Mientras ellas intentaban mantener la compostura y el profesionalismo, los hombres insistían en lanzar "ocurrencias" para desviar la conversación hacia lo sexual.

Aunque la mayoría de las personas activas en la década de 1960 ya están retiradas, los baby boomers (nacidos entre 1945 y 1964) mantuvieron prácticamente la misma actitud de sus antecesores directos. Los "chistes", los "piropos", las "vivezas", las "sugerencias" y toda una serie de herramientas "inocentes" ¿y no tanto? de acoso sexual estaban naturalizados.

Por costumbre, por vergüenza o por temor a las represalias, muy pocos se atrevían a desafiar el statu quo. La consigna era: "Mejor no hablar de ciertas cosas".

En los últimos años se comenzó a observar un cambio. No fue un quiebre instantáneo, sino un proceso que se viene acelerando de manera exponencial y promete convertirse en una revolución cultural, en gran medida impulsada por las generaciones más jóvenes.

Según la psicóloga de la Universidad Estatal de San Diego y experta en temas generacionales Jean Twenge, los baby boomers (nacidos entre 1945 y 1964) hablaban del acoso sexual y de los abusos y sabían lo que ocurría, pero el tema no estaba difundido y era más difícil para las mujeres denunciarlo. Por su parte, los millennials (principios de 1980 y 2000) crecieron y se formaron en un mundo diferente, donde la igualdad y la diversidad (incluyendo la de género) son principios inalienables.

Un estudio realizado por la firma de consultoría estratégica BCG muestra actitudes distintas entre los hombres menores y los mayores de 40 años. Por ejemplo, un 70% de los menores consultados se mostraron predispuestos a realizar cursos de reducción de sesgos, contra un 63% de los mayores. En línea con lo anterior, un 73% de los menores contra un 68% de los mayores estarían dispuestos a acomodar los horarios de reuniones rutinarias para ajustarlos a los de colegas que trabajan con horario flexible (en su mayoría madres con hijos pequeños). Aunque las diferencias no son terminantes, indican una orientación hacia la integración.

Hoy se observa una suerte de explosión de denuncias sobre los abusos tradicionales cometidos por muchos hombres, en su mayoría baby boomers. La enorme difusión que está teniendo el tema se debe a que están en la picota varios personajes famosos de Hollywood. Tales los casos del tristemente célebre productor Harvey Weinstein (el primero de los casos resonantes) y de los actores Dustin Hoffman y Kevin Spacey, por mencionar dos de una larga lista que parece no tener fin. La tendencia mundial ha tomado tal fuerza que hasta desató una crisis en el flemático gabinete británico de Theresa May.

Aunque a primera vista parecería que la conducta no tiene marcha atrás, en algunos círculos existe una doble moral. Muchos hombres que por cuestiones de corrección política defienden la igualdad de género en público siguen con las bromas machistas en los after office, a solas con una empleada, en las redes sociales o -a la manera de Donald Trump- en el vestuario del club. Ellos son los que se resisten al cambio y continúan nutriendo el caldo de cultivo de la violencia de género.

A pesar de estos últimos rezagos, estamos asistiendo a un cambio cultural revolucionario. Nunca en la historia hubo un momento más favorable para terminar con la impunidad de los abusadores, ya sean estos los individuos o las instituciones que los apañan. Es tiempo de que todas aquellas personas que hayan sido discriminadas, acosadas, hostigadas, perseguidas, burladas, molestadas o que hayan sufrido el bullying en cualquiera de sus múltiples expresiones se atrevan a denunciar a quienes las violentaron.