En los medios

Revista Ñ
20/05/17

Atajos sin salida del prohibicionismo

Según el autor, "Qué hacer con las drogas, el reciente libro de Juan Gabriel Tokatlian, es una contribución relevante al debate respecto de las políticas sobre drogas".

Por Luis Diego Fernandez
Qué hacer con las drogas, el reciente libro de Juan Gabriel Tokatlian, es una contribución relevante al debate respecto de las políticas sobre drogas. Realizando un recorrido minucioso de los cien años de prohibicionismo, el autor parte de una hipótesis clara: la prohibición de las drogas como búsqueda de la abstinencia y de una sociedad libre de sustancias psicoactivas, es decir, la llamada “guerra contra las drogas” no solo es irrealizable sino peligrosa. En su análisis del prohibicionismo desde 1909, Tokatlian plantea que uno de los resultados en este sentido fue la militarización sostenida en la guerra contra las drogas a partir de 1970, en particular desde la administración del presidente Richard Nixon –cruzada bélica que se intensificó con la llegada de la administración Reagan.

Esta acción no solo no ha logrado resolver el problema de las drogas sino que ha agravado las desigualdades e incrementado la violencia social. El autor repasa las cifras del fracaso: de unos 246 millones de consumidores de drogas a nivel mundial (de acuerdo con las Naciones Unidas), la mayoría solo consume marihuana. De ellos, los consumidores problemáticos son 27 millones, lo cual equivale al 0,6% de la población entre 15 y 64 años y al 0,36% de la población mundial.

Por lo tanto, la llamada “guerra contra las drogas” implicó el despliegue monumental de recursos humanos y económicos solo para atacar este ínfimo porcentaje y, de todos modos, no consiguió hacerlo.

La erosión del consenso prohibicionista en materia de drogas es analizado por Tokatlian producto del decrecimiento del influjo del factor religioso en Occidente (condenatorio de las drogas) y de un cambio gradual en la opinión pública.
Esto es lo que lleva a pensar en un cambio de paradigma que desarrolle políticas alternativas al prohibicionismo, algo que vimos ensayado en la última década en los casos de Portugal (que despenalizó las drogas en 2001), en la legalización de la marihuana en Uruguay, los estados de Colorado y Washington en EE.UU. (de manera diferente), en la despenalización de la dosis personal en Jamaica y en los usos medicinales permitidos en diversos países.
En esta dirección, un amplio espectro ideológico (liberales, socialdemócratas, libertarios) se han expresado contra las políticas antinarcóticas punitivas.

El mercado de las drogas está regulado pero por las mafias, señala Tokatlian; por lo tanto, se requiere de una regulación estatal que normativice y supervise mediante medidas y controles específicos toda la cadena del negocio. El crimen organizado, señala el autor, es más flexible, innovador y sofisticado de lo que las autoridades reconocen. La demanda de las drogas es altamente inelástica: cualquier aumento inesperado de costos que tengan los “empresarios” mafiosos producto de tasas de intercepción son trasladados a los costos del producto que el consumidor paga de igual modo.

El problema de las drogas en América Latina en particular es que se han ejecutado políticas de alta severidad y baja utilidad, subraya Tokatlian. La militarización de Colombia y México no erradicó las drogas. En esa dirección, el autor señala el fuerte error de diagnóstico de la administración Macri que define una política de “guerra contra las drogas” en la Argentina cuando precisamente se está repensando el prohibicionismo y apelando a políticas alternativas.
Tokatlian explica con datos y análisis de resultados concretos el fracaso del prohibicionismo de drogas: la quimera de la erradicación y el abordaje desde la seguridad solo han agravado el fenómeno. Un cambio de paradigma que apunte a medidas como la reducción de daños, la regulación modulada en función de cada sustancia psicoactiva ejecutadas desde la perspectiva de la salud y los derechos humanos parecen ser caminos más eficaces que las políticas de “mano dura”. Modificar el prohibicionismo antidrogas, señala el autor, implica luchar contra el temor ciudadano, la inercia burocrática y el susto político, es decir, contra la rutina que sigue aplicando políticas punitivas cuando está probada su ineficacia.

* El autor es Licenciado en Filosofía (UBA).