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2/03/17

Chávez, en el Despacho Oval

Rut Diamint, profesora del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales, afirma junto a su colega Laura Tedesco que el nuevo presidente de los Estados Unidos responde al mismo estilo de liderazgo que el fallecido líder venezolano.

Por Rut Diamint y Laura Tedesco
Líderes como Juan Domingo Perón, Fidel Castro, Lula y Hugo Chávez han dejado huella. En un estudio reciente sobre liderazgo realizamos más de 200 entrevistas con líderes políticos en Bogotá, Buenos Aires, Caracas, Montevideo y Quito. El resultado fue el libro Latin America’s Leaders (Londres, Zed Books, 2015), donde presentamos cuatro estilos de liderazgo: demócratas, ambivalentes, usurpadores débiles y usurpadores de poder. Estos estilos los desarrollamos de acuerdo con su relación con las leyes (obedece, desafía o manipula), la oposición (crea consenso, tolera, polariza) y el poder (acción, concentración o usurpación). Hacemos hincapié en que son líderes elegidos por elecciones libres, pero proponemos que pueden convertirse en ilegítimos por la forma en que ejercen el poder.

LOS DEMÓCRATAS

Los demócratas promueven el fortalecimiento de las instituciones, aceptan las limitaciones de poder y respetan derechos y libertades. Comparten el poder, crean consenso y evitan la polarización. Este tipo de líder pertenece a un partido político en el que ha desarrollado su carrera. Entre nuestros casos de estudio identificamos a Raúl Alfonsín, Juan Manuel Santos, Tabaré Vázquez y José Mujica.

LOS AMBIVALENTES

Los ambivalentes respetan las instituciones y los derechos, pero buscan acumular poder. Son capaces de trabajar con la oposición, pero, a diferencia del estilo demócrata, respetan sin fortalecer las instituciones. Así, pueden terminar debilitando la democracia por incrementar su poder personal. Los primeros años de Rafael Correa con los cambios institucionales y constitucionales fueron identificados como próximos al líder ambivalente.

LOS USURPADORES DÉBILES

Los usurpadores débiles oscilan entre desafiar o aceptar el Estado de derecho y las instituciones. El contexto histórico se convierte en crucial, ya que puede permitir o bloquear la capacidad del líder para ganar autonomía. En momentos de crisis, colapso de los sistemas de partidos, situaciones de violencia extrema o cambios abruptos en el contexto internacional, este tipo de político puede tomar ventaja para reducir el poder de otras instituciones. Sin embargo, en algún momento de este proceso su partido, la justicia, el poder legislativo o incluso la presión social le aplican un freno. En estas ocasiones, se retira con la esperanza de que surjan nuevas condiciones que le permitan acomodar el juego político en función de sus fines. En esta categoría incluimos a Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa y Álvaro Uribe.

LOS USURPADORES DE PODER

Finalmente, los usurpadores acumulan poder tomándolo de otras instituciones del Estado, ya sea mediante la minimización del papel del poder legislativo o el socavamiento de la independencia del poder judicial. Manipulan los instrumentos constitucionales o electorales para aumentar su poder. A través de la usurpación de poder aumentan su autonomía y su capacidad de hacer caso omiso de las leyes. Los usurpadores de poder creen ser los únicos representantes del pueblo. Hugo Chávez era el usurpador por excelencia.

TRUMP, UN CASO CLARO

Cuando desarrollamos este estudio, desde el 2009 hasta el 2012, una de las principales tendencias en América Latina era el deterioro de los partidos políticos y el fortalecimiento del presidencialismo. En estos días tan turbulentos, encontramos que algunos líderes de otras latitudes se amoldan a esta tipología. Esto contradice una de nuestras conclusiones, que sostiene que los usurpadores tienen más posibilidades de emerger en países con instituciones débiles y partidos políticos con un bajo grado de institucionalización. Si bien los partidos norteamericanos no tienen un alto grado de institucionalización, las instituciones del Estado, el sistema de checks and balances y las libertades civiles y políticas han mostrado hasta ahora una gran fortaleza. Sin embargo, Donald Trump se muestra como un usurpador nato. Parece que el espíritu de Hugo Chávez se ha instalado en el Despacho Oval.

DECRETAR, INSULTAR, DENIGRAR

En las entrevistas en Caracas, Chávez fue definido como un líder omnipotente, carismático, paternalista, autoritario y arrogante. Polarizó a la sociedad provocando amor y odio. Uno de los encuestados sugirió que Chávez había creado un reality show: despedía a sus ministros por televisión, cantaba, bromeaba, se enfadaba o insultaba a sus oponentes políticos. A través de las Leyes Habilitantes, Chávez usurpó el poder del Legislativo.

Trump parece seguir sus pasos. Se enfrenta a la prensa, decreta, insulta y denigra. Sus enemigos son los inmigrantes, China o la CNN. Ha logrado exacerbar políticamente las divisiones de la sociedad norteamericana.

Como Trump, Rafael Correa, Chávez y Cristina Fernández de Kirchner se enfrentaron a los medios de comunicación. Correa inició un juicio al diario El Universal, Chávez cerró radios y canales de televisión, Fernández de Kirchner se enfrentó al periódico Clarín.

REESCRIBIR LA HISTORIA

Otro punto en común es reescribir la historia. Los Kirchner afirmaban que solo durante sus presidencias se hizo frente a los violadores de derechos humanos de la dictadura, ignorando todo lo hecho por el presidente Raúl Alfonsín. Asimismo, intervinieron las estadísticas para manipular datos sobre la inflación y la pobreza. Esta manera de presentar la realidad pasó a llamarse relato. En la Administración de Trump, a los atentados que no existen se les llama alternative facts.

Tres preguntas nos preocupan. Mientras que en los casos latinoamericanos estos líderes surgen como consecuencia de crisis económicas, ineficiencia o corrupción de la clase política ¿qué factores explican la llegada de Trump cuando la Administración del presidente Obama pudo superar la crisis del 2008? Segundo, el legado de Chávez es un Estado fallido en Venezuela, y ¿podemos quedarnos mirando como Trump pone en peligro la democracia de la primera potencia nuclear? Por último, ¿es la democracia tan débil que hasta Estados Unidos puede convertirse rápidamente en una república bananera?